El siglo de los genocidios
Bernard Bruneteau
Trad. F. Peyrou y H. García. Alianza. Madrid, 2006. 288 páginas, 19 euros
Felipe SAHAGÚN | Publicado el 08/03/2007 | Ver el número en PDF
“En
vista de los efectos perversos que tienen la globalización y la
democratización actuales sobre las minorías del planeta, corremos el
riesgo de que la tentación genocida tenga ante sí un siglo XXI
prometedor”, concluye Bernard Brune-teau, profesor de Historia
Contemporánea en la Universidad Pierre Mendés France-Grenoble II, en su
último libro, publicado en España por Alianza dos años después de su
aparición en francés.
Advertencia tan provocadora nos parecería
del todo exagerada si no fueran las tres últimas líneas de una
investigación y reflexión modélicas sobre los principales genocidios del
siglo XX, sus causas, sus consecuencias, las ideas que los alimentaron,
las coincidencias y diferencias entre ellos, el apoyo directo o
indirecto que recibieron de millones de personas y las dificultades para
impedir que se repitan. Ejemplo de esas dificultades son los 50 años
que se ha tardado en establecer un Tribunal Penal Internacional desde
que en la Convención de 1948, en vigor desde el 12 de enero de 1951, se
incorporó al Derecho internacional el crimen de genocidio.
Hasta
los años 90 ningún tribunal internacional había juzgado a nadie por ese
crimen y la definición que, por primera vez, se acordó en 1948 -“acto
cometido con la intención de destruir, totalmente o en parte, a un grupo
nacional, étnico, racial o religioso”- decepciona a todos los
investigadores que se han enfrentado desde entonces al estudio de las
matanzas más graves. Aceptar sólo la intencionalidad de los individuos
impediría juzgar a Estados, como acaba de hacer, sin satisfacer a casi
nadie, la Corte Internacional de la Haya en respuesta a una demanda
presentada por Bosnia contra Serbia y Montenegro en 1993.
Bruneteau
dedica un capítulo a la aniquilación de la mitad de la comunidad
armenia del Imperio otomano en 1915, el primer genocidio moderno, que
Turquía sigue negando; otro, a las políticas genocidas de Lenin y Stalin
en la Rusia soviética; un tercero, al genocidio extremo de los judíos
por los nazis; un cuarto, al genocidio camboyano de 1975 a 1978,
falsamente conocido como el primer genocidio comunista; y otro al
“etnicismo genocida” de la Posguerra Fría en Bosnia y Ruanda. Tan
importante o más que la rigurosa síntesis que hace de cada uno de estos
genocidios a partir de la bibliografía más importante sobre cada caso,
inmensa en cantidad y desigual en calidad, es la introducción sobre los
antecedentes y el concepto de las prácticas de exterminio, tan antiguas
como el ser humano, y la conclusión, que lleva por título “¿por qué el
siglo XX es el siglo de los genocidios?”
Desde la destrucción de
los amalecitas y los medianitas descrita en la Biblia hasta los estragos
causados entre los indios de las Américas del sur y del norte por los
conquistadores, pasando por Príamo, Babilonia, Delos, las satrapías que
se resistieron a Alejandro Magno, Cartago en el 146 a. C., Herat en el
XIII y los cristianos en el Japón de finales del XVI, la historia está
llena de precedentes.
El siglo XX, sin embargo, puede
identificarse, según el autor, y lo demuestra con infinidad de datos,
con el reino de la violencia exacerbada. “La masacre, la limpieza
étnica, la deshumanización del campo de concentración o el genocidio son
pruebas”, escribe, “de la derrota de una idea del hombre determinada”.
Haciendo suya una expresión de Hannah Arendt, afirma que la violencia
del siglo XX no es fruto de circunstancias imprevistas, sino el
resultado del imperialismo del XIX, cuya filosofía racista justificó un
expansionismo colonial sanguinario e inauguró las “masacres
administrativas”, y la guerra de 1914, que combinó “la animalización del
enemigo, violencia extrema y muerte en masa”.
Ambos procesos
provocaron la brutalización de las sociedades europeas y sentaron las
bases intelectuales, sociales y políticas de los genocidios del último
siglo. A diferencia de otros muchos que han investigado el hecho
genocida, Bruneteau demuestra, siguiendo a Israël Charny, que, sin
olvidar sus diferencias, casi todos los genocidios son comparables a
partir de cuatro elementos de referencia: el objetivo, la
intencionalidad, el perfil de los genocidas y la forma de ejecutar sus
planes.